Que nuestras emociones decidan lo que comemos, es más habitual de lo que pensamos
A la hora de elegir los alimentos que comemos cada día, no nos fijamos tanto en los beneficios que pueda aportar a nuestra salud en general, sino más bien en el placer que nos va a generar consumirlo.
Una alimentación variada que incluya todos los grupos de alimentos y por tanto de nutrientes, disminuye el deseo intenso de comer algo concreto en un momento determinado
Estos «antojos» no suelen ser de alimentos saludables ya que a nadie se le ocurre comer lentejas cuando se siente aburrido o brócoli en épocas de estrés.
Por el contrario solemos manejar bastante mal el binomio emociones-alimentación, sin darnos cuenta de la importancia que esto tiene por añadidura a nuestra salud física.
El primer paso es identificar el hambre física del hambre emocional
Aunque las diferencias son claras, identificarlas no resulta sencillo cuando se trata de manejar las emociones.
La solución estaría en saber identificar el momento de hambre real de aquel que supone sólo saciar nuestro estado emocional con alimentos poco saludables
Como recomendaciones generales:
-Dejar pasar 10 minutos
-Cambiar de actividad en ese momento para ser conscientes
-Beber un vaso de agua tranquilamente
–La ayuda profesional debe contemplarse en cualquier caso.
De esa forma conseguiremos nuestro objetivo principal, no aumentar de peso con alimentos poco saludables y que mantener el bienestar a todos los niveles sea más cercano y real.
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